Los últimos 18 meses han generado todo tipo de problemas relacionados con el estrés en la vida laboral, personal y familiar en millones de personas. Para muchos, las actividades relacionadas con la vida laboral requieren, en algunos casos, una enorme inversión de tiempo y recursos, al punto que se aumentaron a partir de la pandemia y el trabajo en casa.
No en vano, aproximadamente la mitad de las horas que pasamos despiertos las dedicamos directa o indirectamente a ellas -incluso- hay ciertos casos en los que se dedica más tiempo de lo recomendado.
Las vacaciones o los momentos de pausa son tiempos oportunos para realizar proyectos postergados, además para dedicar horas a gustos agradables, divertidos y relevantes como ver películas, leer o practicar deporte. También es la oportunidad privilegiada para estrechar los lazos con los seres queridos, programando momentos compartidos y minimizando el uso de las redes sociales.
La necesidad del equilibrio
Trabajar puede resultar en un esfuerzo notable a diversos niveles, tanto físicos como psicológicos, con el consecuente desgaste que todo ello pudiera generar. Así, podría definirse como una situación de estrés más o menos importante, o como una serie de retos que ponen a prueba nuestros recursos de afrontamiento y que no es posible sostener indefinidamente, al menos no sin consecuencias negativas, de ahí la necesidad de su alternancia con períodos vacacionales y fines de semana.
Recordemos que el cuerpo humano está diseñado para soportar situaciones altamente demandantes, pero que los mecanismos fisiológicos y psicológicos que sirven a este fin no pueden prolongarse excesivamente. Pese a que la mayoría somos conscientes de esto, muchas personas sufren ansiedad en el momento en que asumen una distancia provisional de sus responsabilidades.
La decisión de disfrutar de las vacaciones debe ser firme y no algo que se asuma de forma parcial, por eso laborar en un viaje o días de descanso se debe evitar a toda costa. Interrumpir las vacaciones para ceder a la ansiedad no va a dar ningún resultado positivo a mediano o a largo plazo, pues el alivio inicial acabará cediendo paso a una más profunda y duradera sensación de frustración y desasosiego.
Cuando no se descansa adecuadamente se está contribuyendo -de forma decisiva- a su aparición; y por tanto a la irrupción de sentimientos de desesperanza, a la erosión de la motivación e incluso a una posible despersonalización (trato desconsiderado hacia clientes, pacientes u personas en general). Es una situación que puede precipitar síntomas de ansiedad y depresión, así como sensaciones de vacío y de pérdida de sentido respecto al proyecto que algún día las personas se trazaron para su vida.