El preludio de una presentación musical

En mi adolescencia, muchas veces estuve frente a las miradas de los espectadores, que al deleitarse con las notas que en su conjunto hacían una armonía ideal para el oído, dibujaban una sonrisa y llenaban de entusiasmo, aquellos momentos recordados de mi juventud. Todo ello sucedió hace más de 2 décadas, cuando adornábamos con alegría y notas musicales, aquella banda de música de mi querido Colegio Salesiano Rosenthal de la Puente.

Recuerdos que quedaron grabados en mi mente, en esa especie de almacén ilimitado de imágenes que nunca terminaran de guardarse, para algún día contar mi historia. Esa que se llama música, esa que tiene como objetivo, deleitar al espectador, a ese ser humano que vibra con el toque de un compás, que lo lleva al recuerdo de pasajes de su vida, detalles hermosos de alegría y nostalgia.

Esta vez, tuve el honor, conjuntamente con mis compañeros músicos de esa promoción de nóveles adolescentes, a volver a deleitar a un público diferente al que no estaba acostumbrado a ver. Hoy más adulto y con las mismas sensaciones de aquel muchacho inexperto, volví a creer que esa frase “todo pasa por algo”, que está hecha para dar inicio a una gran historia interminable, llena de sensaciones y de indescriptibles recuerdos, que se vuelven a sentir luego de dejar un uniforme escolar.

Volví a recordar a nuestro querido profesor de música, Tomas Rebata, sí, el mismo autor de “Elsa”, Obra de su inspiración que se constituyera como uno de los mejores temas tropicales del Perú; sentir la vibra positiva de la queridísima profesora, Rosa Rolandi, entusiasta maestra de Arte, quien con sus palabras de aliento, volvieron a transmitir esa energía, luego de varios años.  Acongojado por esos aplausos, de ese público espectador, hoy volví a sentirme un alumno Rosenthalino de aula, de esos que va perfeccionando su toque sutil, ensayo tras ensayo. Sintiendo ese mismo miedo escénico, que nos invadía cuando aprendíamos a presentarnos, frente a personas que les gustaba nuestra música.

Esta vez, montado sobre ese escenario, escuche las palabras de aliento de mi colega y compañero, José Bohorquez, quien al unísono aperturó su arenga con un: ¡Muchachos, nos hemos preparado para esto y hay que dar lo mejor de nosotros!, ese sello inyectó la adrenalina que necesitábamos para alcanzar esa ansiada perfección, que fue el corolario para una exitosa presentación. Todo esto bajo una sola razón: Brindarle un homenaje a nuestra madre espiritual, Maria Auxiliadora, quien tiene su fiesta central los 24 de Mayo, en el calendario que todo Salesiano debe de tener presente a lo largo de su vida.

La alegría y la picardía, se conjugaron para que todo este grupo de entusiastas compañeros músicos, lográramos un reconocimiento a manera de gratitud, resumido en un espontaneo aplauso. Antiguamente, (sí léanlo, hace mucho tiempo atrás), no se tenía la facilidad de tener una cámara fotográfica o de video, pues hoy, que eso está al alcance de todos, sé que las fotos y videos que se desprenderán de esta impecable presentación, tendrá su escenario no solo en la redes sociales, sino que tendré el reconocimiento y algarabía, en aquellos pequeños que hoy son el futuro de nuestro querido Colegio. Sé que hemos sembrado esa huella, que perdurará a lo largo de la historia, que quedó registrada para ser imborrable entre los que la valoramos; y angustiosa para aquellos que nunca entendieron, para qué sirve la música.

La pronunciación de esa frase, que provoca la buena música al terminar una pieza musical, resume el logro obtenido tras largos años de ausencia y protagonismo; “Otra, Otra”, impregnó esa etiqueta de alegría y gusto para quienes estuvimos frente a ellos, en ese escenario que conocí, cuando era un adolescente.

Los nervios, siempre son y serán el preludio de una presentación musical, quien pierda por completo eso, no tendrá la necesidad de escuchar un aplauso en gratitud a su talento y a su destreza para manipular un instrumento musical.

Gracias a mi esposa por su paciencia y comprensión, si hablo de ti Elizabeth; a mi Hijo Ignacio, que lo tuve privado de mí, por embarcarme en este proyecto que ya es toda una realidad, a mi Madre espiritual, María Auxiliadora, a ustedes amigos, compañeros, músicos y profesores, quienes nos acompañaron, para esta impecable presentación. La música será siempre, una manera de existir, una vía para compartir alegría, recuerdos y darle gracias, a quienes hicieron posible descubrir en nosotros ese talento y perfeccionarlo con responsabilidad, desde cuando éramos adolescentes buscando un futuro mejor.

Siempre que esté en mis manos, deleitarlos con estas líneas al son del compás musical, lo haré con el mayor de los gustos, así pase la juventud, pase la vida, pero la música, nunca pasará.

Marco Antonio Sagastegui Llovera

Escrito por un Exalumno músico del Colegio Salesiano “Rosenthal de la Puente”

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